Tanto el fracaso como el éxito son tremendamente relativos, y además, temporales. Es el tiempo es el que finalmente termina evaluando si algo fue realmente negativo o positivo, buena o mala fortuna. Palabras más palabras menos, un éxito o un fracaso.
Pero ¿Qué significa un fracaso? Según la Real Academia Española, fracaso es el «malogro o resultado adverso de una empresa o negocio»; un «suceso lastimoso, inapropiado y funesto» o la «caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento»; «que sucede sin haber pensado en ello, o sin esperarlo».
Y sin duda, hay muchos factores que inciden en la falta de éxito de una persona, por ejemplo:
Permíteme contarte algo para ilustrar el último punto. Y es la historia de un campesino chino que vivía muy feliz junto a su familia. No recuerdo cuando fue la primera vez que la escuché o la leí.
La historia contaba que esto había sucedido hace muchos, pero muchos años. Nuestro campesino ya era un hombre mayor. Vivía con su esposa, su único hijo y algunos animales de granja. Entre ellos tenía un hermoso caballo blanco de largas crines.
Un día, el caballo escapó. Sus vecinos se acercaban y le decían, «Lo siento muchísimo. Qué mala suerte (léase: fracasaste). Debes estar muy contrariado».
El campesino, lleno de tranquilidad, les contestaba «Buena suerte, mala suerte, ¿Quién sabe? Ya veremos».
Pasaron varios días y el caballo regresó trayendo consigo a otros 20 caballos salvajes que presurosos le seguían. El campesino y su hijo los metieron a todos en el establo.
Los vecinos se acercaban y decían, «¡Felicitaciones! Qué buena suerte (Léase: que exitoso eres). ¡Debes estar muy feliz!»
El hombre simplemente respondió, «El tiempo lo dirá».
Pasaron los días y uno de los caballos que habían llegado le dio una patada al muchacho rompiéndole ambas piernas.
Otra vez llegaron los vecinos diciendo, «¡Que pesar! Qué mala suerte. Debes estar muy enojado.»
El campesino respondió, «Buena suerte, mala suerte, se verá».
Luego llegó la guerra, y todos los adultos y jóvenes capaces fueron reclutados para combatir en el frente. Como toda guerra, esta fue terrible. La mayoría de los jóvenes murieron, pero el hijo del campesino continuó con vida ya que no pudo ser reclutado porque tenía ambas piernas rotas.
Nuevamente llegaron los vecinos diciendo, «¡Que dicha para ti …Qué buena suerte tienes! ¡Debes estar muy feliz!»
El anciano simplemente respondió, «Buena suerte, mala suerte, ¿Quién sabe? Ya veremos».
Y así es. Así nos sucede. Estoy seguro de que a tu mente vinieron momentos en los cuales algo o alguien que pensaste inicialmente que era bueno para ti, resultó no siéndolo. Y viceversa. Aquello que llamaste malo, termino siendo una puerta de oportunidades para ti.
A mi me ha sucedido también. Múltiples veces. Han sido momentos en los que lo único que veía por delante es lo que llamamos, la mano de Dios. No había sino oscuridad e incertidumbre en el plano físico. Yo soy un hombre de fe. Le creo a Dios. Y a lo largo de mi vida he visto, he vivido la historia del campesino chino varias veces. Y ese Dios a quien le creo, abrió puertas más grandes una vez tras otra.
Entre esas múltiples ocasiones he escogido contarte una en particular porque considero que encierra muchas cosas que podrían ilustrar muy bien el punto del que hablamos hoy. Como es algo personal, si quieres puedes obviar la anécdota y pasar directamente a la conclusión
Trabajaba yo con una de las empresas líderes de su sector en la zona donde vivía. Podría decirse incluso que en ese momento era la número 1 de la ciudad. Luego de un período a mediados de año, en donde todos los empleados salíamos por un mes a descanso de vacaciones y retornábamos con un contrato nuevo, me llevé la sorpresa de mi vida. Ya no iba a estar haciendo la labor que venía desarrollando antes.
Esta empresa estaba en proceso de certificación por parte de una entidad de los Estados Unidos de América. En la posición que yo ocupaba necesitaban a alguien que tuviera una certificación avalada por ese país. Por lo que yo debí ser reubicado. ¿Había fracasado?
Lo que se me ofrecía era mucho menos de lo que venía haciendo y recibiendo. Fue un balde de agua fría. Esto se me informó en el hotel donde hacíamos la reunión del primer día de vuelta al trabajo. Había sido una decisión difícil de adoptar por parte de la directiva, pero el bienestar general prima sobre el particular. ¿Era yo un fracaso?
Muchos de mis compañeros más cercanos se acercaron a mí y compungidos me preguntaban que qué iba a hacer. ¿Me veían como un fracasado? La persona que dirige esa empresa es también accionista. Además, era mi amiga en ese momento, lo había sido desde antes, y lo sigue siendo actualmente.
Ella me decía que había abierto la otra posición porque no quería desprenderse de mí ya que era fácil, solo cuestión de tiempo obtener esa certificación necesaria.
Yo terminé con las actividades planeadas para ese día y consciente de que no iba a poder desempeñar la labor encomendada por qué iba a estar pendiente de como cubría mis necesidades económicas decidí no aceptar esa oportunidad.
Mis compañeros insistían en que debía hacerlo mientras ubicaba algo. ¿Se preguntarían que harían ellos si les estuviese sucediendo a ellos? ¿Se sentirían fracasados si estuvieran en mi lugar? Yo ya había puesto en oración el tema y sabía con toda la fuerza de mi fe que Dios iba a mostrarse en mi vida. Que iba a ver lo que muchas personas llaman un milagro.
Transcurrió el resto del mes de agosto todo septiembre y unos días de octubre para que ese milagro, esa puerta, que estaba esperando que se abriera, lo hiciera.
Lo que hace especial este episodio de mi vida es el hecho que un par de meses antes yo había hecho una reparación mayor a la casa donde vivíamos. Todo el ahorro estaba ahora en el techo y piso que habitaba. Quede ilíquido. Mi tranquilidad estaba, en ese momento, puesta en el nuevo contrato.
No había dinero con qué comprar víveres o pagar servicios ni pagar educación para mis hijos. Sin embargo, no desespere y nadie, ni siquiera mi familia se percató de la situación que estábamos viviendo.
Durante esos días pasaron cosas maravillosas e inexplicables. Aparecieron contratos de pocos días que generaban justo lo que necesitaba para cubrir alguna cuenta. Extrañamente, y por varias fuentes recibimos víveres y alimentos. Por ejemplo, una fiesta que había organizado mi hermano no se pudo dar porque unas fuertes lluvias que azotaron la ciudad por esos días impidieron que muchos de los invitados no pudieran llegar.
Mi hermano viajaba fuera de la ciudad por una larga temporada y todo ese banquete fue a parar a mi nevera. Resultaba paradójico no tener un peso en el bolsillo y almorzar langostinos y otros manjares.
Luego se abrió una puerta enorme, en dónde tuve la ocasión de conocer mucha gente buena de la cual aprendí mucho. Cosas que me fueron y han sido útiles, y que, gracias a Dios, también he podido enseñar. De allí otra puerta aún mayor se abrió, ¡y qué casualidad! En ambas ocasiones, personas que había conocido en aquella empresa en la cual no pude continuar, fueron la llave que Dios uso para mí avance.
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Hola Jaime , totalmente de acuerdo. Muy bien escrito el texto y muy cierto .La clave en momentos difíciles es no derrumbarse . El fracaso está en caer y no levantarse, en derrumbarse , lo demás son tropezones en la vida que nos deben dejar lecciones no cicatrices. La resiliencia es uno de los elementos claves del éxito