No acostumbro hacer este tipo de artículos, pero este viernes 3 de marzo me encontré con Oscar Mejía y decidí escribirlo.. El es un colega con quién trabajé y compartí varios años mientras trabajábamos juntos en el Deutsche Schulle de Barranquilla. Me alegró mucho saludarlo y volver a entablar conversación con él.
Durante la actualización y pormenores de nuestros actuales caminos, Oscar me reclamó amistosamente que no le había compartido una reflexión que había escrito estando en Miami, alejado de mi familia. Reflexión sobre esta la cual habíamos conversado varias veces.
El tenía tan claro el título, a pesar de los 16 años transcurridos desde esa charla, que la ubiqué y hoy la comparto, con Oscar Alejandro y contigo, mi amigo lector. Es una reflexión acerca de lo que uno se acostumbra, y a aquellas cosas a las cuales no, definitivamente, no nos acostumbramos.
Un pequeño preámbulo. Tenía 27 años e intentaba empezar de nuevo, en otro lugar, solo. No fue fácil, me dolía todo, el cuerpo y más el alma. Alguien, alguien como consejo me dijo, que debía acostumbrarme.
Quiero pedirte el favor, de que, en aras del crecimiento de todos. Al final de la lectura, en la sección de comentarios, nos dejes tu aporte.
MIENTRAS BARRÍA
Oda a mis seres queridos desde La ciudad del Sol
Mayo 16, 1987
Pensaba en todas las cosas a las que la naturaleza humana se acostumbra. Pensaba mientras barría, que había olvidado el dolor de los momentos difíciles del comienzo.
Se acostumbra el hombre a todo. Lo arduo e imposible se convierte en cotidiano, en reto en satisfacción.
Se acostumbra el hombre a ver los sueños como visiones del futuro y el hoy como un sueño ya vivido. Al frío de la ausencia del calor de una caricia, de un abrazo, a no dejar que muera el eco de las palabras con que recuerdas que los que recuerdas te recuerdan.
Te acostumbras, Hombre, al sabor amargo con que despiertas, a la sensación de flotar en tu propio vaho, de verte en el espejo y saludar al extraño frente a ti sabiendo que los une algo más que la tibieza pestilente de sus efluvios y el callado alboroto de los temores en estampida o el saludo hipócrita con que juntos gesticulan.
¡A lo que no me acostumbro es a vivir sin ustedes!
A que la risa de mis hijos sea solo una idea. A que sus ideas sean solo sueños a que sus sueños sean recuerdos de sueños que yo no compartí. A que sus juegos y pasos inciertos, carreras cortas y juegos de canto y ronda, juegos en donde yo no juego, centímetros que no veo aumentar, recuerdos míos a sus edades, que me recuerdan la importancia de lo que se recuerda.
¡A esto el hombre no se acostumbra!
Tampoco se acostumbra el hombre a que la mujer a quien entregó finalmente su amor, a quien cada noche le recuerdo que estoy lleno de ella, no este a su lado, a mi lado, para con un beso darle la bienvenida a los territorios extraños y tenebrosos de la muerte cotidiana y nocturna de los sueños sin compartir.
No me acostumbro a vivir sin ti, sin tu olor. Al miedo de que la rueda del tiempo gire, no me acostumbro . A ser mi propia mujer y contarme las cosas que te contaría y responderme las cosas que tu me responderías.
A esto, a vivir sin ti, A esto ¡no me acostumbro!
Tampoco se acostumbra el hombre a la ausencia de quien sabía quién eras aún antes de nacer. Sé que me necesitas más que nunca. Hoy luchas una batalla pérdida, que habrá de ganar quien sabía quién eras aún antes de nacer y que en estos momentos te necesita más que nunca.
Quisiera verte sonreír, que el tiempo no pasara y que comprendieras la loca naturaleza de quien vivió en ti doscientos setenta posturas de sol y sigue maravillado y agradecido con tu regalo.
¡A esto, a todo sin ti, A esto no me acostumbro!
No se acostumbra el hombre a la falta de oposición, a la ausencia de crítica, a la carencia de ancla,. De ese espejo que te devuelve tu misma imagen pero que si observas bien lo que está a tu derecha en realidad está a tu izquierda y lo que está a tu izquierda en verdad está a tu derecha, pero lo que está en el centro está en el centro y lo que está en nuestro centro, sangre de nuestros padres, sangre de mi sangre, que vives en otro cuerpo y respondes a otro nombre, nos hace iguales.
A sabiendas de que si anteponemos un espejo a otro espejo la derecha es la derecha y la izquierda es la izquierda, y el centro es una cadena interminable de espejos que parecen un espejismo y siempre nos devuelven nuestra propia imagen y nuestro propio balance.
No me acostumbro a acostumbrarme y con la luna como cómplice, a todos, les recuerdo mi amor.
No me acostumbro, ¡No me acostumbro a la vida sin ustedes!
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Dios lo bendiga x su talento ,alegra los dias triste con sus lecturas
¡Muchas gracias por tus amables palabras! Me alegra mucho saber que mis respuestas pueden ser útiles y alegrar tu día. Siempre estoy a tu disposición para ayudarte| en lo que necesites. ¡Que tengas un excelente día!